– ¿Quién me acompaña en mi búsqueda? – preguntaba McCartney
arreglándose el nudo de la corbata frente a un espejo
– ¿De qué hablas Paulie querido? – cuestionó John con voz
femenina
– Pues solo pregunto quién me quiere acompañar en mi
búsqueda por New York – volvió a preguntar volteando a ver a los chicos
Capítulo 12
– Te drogaste – comentó Ringo con suma seguridad
– Si no nos explicas bien cómo quieres que te entendamos.
Dinos sin rodeos, ¿de qué rayos hablas? – cuestionó ahora un muy curioso George
Paul caminó hacia la puerta de la habitación – Habrá que
huir de Brian – mencionó Paul ignorando por completo a los chicos, estos se
miraron extrañados y luego siguieron a Paul quien se asomaba por la puerta
verificando que estuviera desolado el pasillo – Es hora – comenzó a correr y
los demás hicieron lo mismo, corrieron con suerte ya que en el hotel había
junta de personal, siguieron caminando rápido hasta que por fin salieron de las
instalaciones por la puerta de personal.
– ¿Ya piensas decirnos que tramas? – dijo John molesto
– Pues… – por fin Paul le hizo caso, vaciló un rato y luego
esbozó una sonrisa torcida – Iremos en busca de Verónica y Amanda – concluyó
triunfante, los otros chicos lo miraron incrédulos
– ¡Por eso! – Exclamó Lennon aun más molesto – ¡Por esas
tontas chicas! – alzó los brazos y miró al cielo
– Hasta yo pienso que es algo tonto – mencionó el oji-azul rascándose
la cabeza
– ¡Vamos! Será divertido – trató de animar McCartney
– ¿Tienes alguna idea de dónde buscarlas? – cuestionó serio
George cruzándose de brazos
Al parecer Paul no había pensado en eso porque se quedo
callado…
– ¡McCartney! ¿Qué no pensaste en eso? – regañó Lennon mirándolo
con desaprobación
– No… – respondió y comenzó a reír – Ya veremos cómo le
hacemos, ahora caminemos – hizo una seña para que lo siguieran
– Yo no iré a ningún lado – amenazó John recargándose en la
pared
– No te conviene quedarte – dijo Ringo más que convencido
Lennon solo lo miró mal porque sabía perfectamente que Ringo
tenía toda la razón así que sin decir palabra comenzó a caminar tras ellos.
– ¡Oigan esperen! – Gritó George – No podemos andar así tan
quitados de la pena por las calles de New York –
– Tienes razón, vamos a ver que encontramos– concluyó Paul
Caminaron un poco y se metieron a la primera tienda que
encontraron, y para su fortuna era de caracterización y disfraces, pero no todo
fue bueno porque las que atendían el lugar eran chicas y para colmo
beatlemaniacas.